sábado, febrero 18, 2006

De Centros Culturales y Centros Comerciales

Hace algunos meses fui testigo -y participante (in)directo- de la formación espontánea de un colectivo (Colectivo 69) de tres chicas -Jennifer Castro, Janet Forton, y Alicia Huamalí- de la Facultad de Escultura (ENBA) decididas a proponer una alternativa a la tan habitual y canónica exposición de Aniversario de la Escuela de Bellas Artes. El modo de trabajo fue sencillo pero bastante interesante. La premisa tenía dos frentes, por un lado interrogarse sobre el papel de la institución y sus posibilidades comunicativas y de feedback en el contexto donde se ubicaba, y por otro el juego con los roles, estereotipos y formas culturales de lo femenino a través de la ropa interior.

Una de las cosas más ricas del proceso me pareció la investigación y documentación visual -que no llegó a exponerse- realizada por los alrededores del Centro Cultural, esencialmente puestos comerciales. La pregunta más punzante parecía indagar sobre si conocían qué funcionaba en aquel edificio, si lo habían pisado alguna vez. Estas pequeños video-entrevistas a modo de recorrido por las galerías comerciales aledañas despertaban nuevas inquietudes que el propio documento no buscaba responder sino simplemente señalar.
La propuesta final básicamente consistió en advertir la cualidad eminentemente comercial de los alrededores del C.C., y del público que habitualmente asiste a las calles aledañas para generar una situación donde la propia 'exposición' sea capaz de incorporarse 'naturalmente' con su entorno. Así, con la ayuda del artista visual Christians Luna, se emplazó una suerte de tienda de ropa interior improvisada jugando con las propias esculturas, las cuales perdieron su aura característica para ser maniquíes exhibidores de las prendas. La tienda además fungía como un conducto lateral que exteriormente se mezclaba con sus pares comerciales, pero que comunicaba complícemente la calle con el espacio expositivo.

Al abordar el proyecto críticamente tendría que señalar que la pertinencia jugó el papel más importante. Es decir, la necesidad de hacer un señalamiento reflexivo sobre una distancia entre la propia institución y su comunidad en el marco de su Aniversario. Pero, además, también generar una sutil confrontación frente al carácter 'académico-educativo' que la exposición demandaba al ser dividida y señalada a través de 'especialidades'.
Un aspecto negativo para mí fue que el funcionamiento de esta 'tienda' fue temporal lo cual redujo su potencial de ser verdadero conector entre las dinámicas de la calle y las de la institución. E, incluso, que podría haber sido más enfáticos los comentarios inscritos en las prendas de ropa, los cuales muchas veces llegaban a ser más lúdicos que discursivos. No obstante, lo que la acción toda significó y permitió fue la inusual apertura de un espacio evidentemente aletargado, no sólo en tanto espacio expositivo dentro del circuito limeño, sino como lugar de comunicación y diálogo público. La acción -bien podría considerarse así el mismo día de la inauguración- conjugó incluso la participación de un modelo y de algunas de las integrantes que fungieron de 'jaladoras' a la tienda de ropa, y la también importante participación del DJ Túpac, quien amenizó de manera increíble no sólo la tienda sino toda la Sala.
Creo que si la línea reflexiva se contínúa desarrollando esta propuesta podría derivar en posibilidades de mayor comunicación y opinión crítica. Significativo además el hecho de ser site-specific, es decir un proyecto pensando específicamente para el lugar donde sería realizado. La cualidad efímera del site-specific permite construir el sentido del enunciado en directa relación con las estructuras tanto materiales como ideológicas que lo acogen, interrogando su propia edificación discursiva. En Lima son pocas las oportunidades -y escasísimas en el caso de estudiantes- donde se observa un proyecto que escape a la característica 'representación' y que apueste por la interrogación de su propio soporte.

Reproduzco entonces el texto que escribí con ocasión de la inauguración.


De Centros Culturales y Centros Comerciales
Notas a una venta de ropa interior


Es, quizá, habitual oír hablar de nuestra incorporación –en tanto creadores visuales- a un circuito de galerías. O acaso sea también mención común la inscripción de estos espacios al circuito internacional de compra y venta de arte. Pero, ciertamente, la opción de incorporar un espacio de exposición artística al circuito de comercio popular y cotidiano, es la menos frecuente.

Este ‘colectivo’, integrado por Janet Forton, Jennifer Castro y Alicia Huamalí, a través de un trabajo en colaboración con Esperanza Yance, persona dedicada resueltamente a las labores de distribución y venta de ropa, y con el artista visual Christians Luna, generan un evento de difícil categorización dentro de las tradicionales coordenadas del arte (¿escultura social acaso?), y que sin embargo se enmarca sin ningún problema en la experiencia diaria de la compraventa urbana.

A través de la sencilla, pero no menos significativa, operación de abrir una puerta usualmente clausurada, esta galería –o un fragmento de ella- parece advertir súbitamente su contexto. Una imprevista revisión que hurga, con gesto lúdico, en sus referentes sociales inmediatos y asume las bondades de un comercio ávido, capaz de asir y transformar todo su entorno como la materia prima más insólita y sorprendente.
Un pequeño perímetro sirve así de tienda improvisada de ropa interior femenina. Excusa perfecta para que las artistas intervengan diversas prendas en una aparente proclama personal sobre lo femenino, entremezclando comentarios anónimos con diseños sugerentes.

Pero esta negociación del comercio emplazado y la institución que lo acoge si bien se muestra tangiblemente dentro del plano de la estética, es también una de orden conceptual: aquella situada en el tramado de las expectativas colectivas para con el arte. Este colectivo al reconocer una tensión entre la institución centro cultural/galería y sus ambientes vecinos, parece querer ofrecer el lugar –al menos por un mes- a su transeúntes habituales. Ampliando el circuito comercial con una nueva entrada que permitirá conectar además todo el resto de la galería con el flujo de la calle.

Voluntad sagaz que no sólo parece operar para ofrecer el arte a otros públicos, sino que intenta reconocer y señalar todo tránsito como una valiosa huella de intercambio y transformación simbólica en las dinámicas de la ciudad. Diálogo y relaciones nuevas que configuran un comentario sutil, mas no imperceptible, sobre las relaciones de la institución con su propia comunidad, y más significativamente aún, del arte con la vida misma.

M.L.
Setiembre, 2005

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